Togo y Balto

La carrera del suero de 1925. Nome, en lo alto de la costa oeste de Alaska, en el mar de Bering, es una localidad fronteriza construida sobre el comercio de oro y pieles. Se fundó en 1901 y está más cerca de Siberia que de la ciudad más grande del estado, Anchorage. Su ubicación remota presentaría una situación de pesadilla cuando, en 1925, una enfermedad empezó a afectar a los niños del pueblo. Para cuando las autoridades descubrieron que no se trataba de un brote grave de amigdalitis, era demasiado tarde: era difteria.

Nome y las aldeas nativas circundantes fueron con diferencia las comunidades de Alaska más afectadas por la pandemia de gripe de 1918 a 1919, la gripe española. En la región fallecieron cientos de personas. Hubo bebés que murieron congelados en brazos de sus madres, que habían sucumbido a la gripe. Este horror, solo siete años antes, era un recuerdo muy vivo y no cabe duda de que estaba en las mentes de los residentes cuando vieron cómo se propagaba la difteria entre sus hijos.

Sin ninguna otra opción recurrieron a Leonhard Seppala.

Leonhard Seppala, era un hombre pragmático que intentando salio de Noruega tras la fiebre del oro, y sin acabar de encontrar su sitio, fue de un lado a otro, hasta encontrar su verdadera vocación el explorador noruego Roald Amundsen encargó a Seppala adiestrar y acondicionar un equipo de cachorros como perros de trineo para intentar llegar al Polo Norte desde Alaska.

Togo, al que pondrían el nombre del heroico almirante japonés Heihachiro Togo, nació en 1913. Tenía un color moteado que daba a su pelo un aspecto mugriento, cuando era un cachorro debido a una aflicción de garganta, una circunstancia que podría explicar su constitución más pequeña, su temperamento dispuesto y la arraigada lealtad a su dueño. Togo se escapaba muy a menudo para correr tras Seppala cuando adiestraba o hacía recados. Como él lo consideraba una molestia, a los siete meses se lo dio a una amiga como animal de compañía, pero Togo huyó y volvió a casa. Llegado a este punto, Seppala advirtió una virtud indirecta del perro: su determinación y su destreza para encontrar la distancia más corta entre dos puntos.

Harto de las constantes huidas de Togo, Seppala le permitió correr con el equipo, primero detrás, después más adelante y finalmente en cabeza, donde el perro brilló de verdad. 

Ambos se volvieron inseparables y, en los próximos años, en sus muchas expediciones, salvarían la vida el uno al otro.

Cuando llegó el brote de difteria, Seppala ya era un musher famoso por toda Alaska (lo llamaban «rey del sendero») y su astuto y diminuto Togo era igualmente venerado como perro guía. La noche del 14 de enero de 1925, las autoridades de Nome llamaron a Seppala para que encabezara la que pasaría a conocerse, en la hipérbole de los muchos titulares subsiguientes, la «gran carrera de la misericordia». Como el viaje de ida y vuelta por los casi 2100 kilómetros que separaban Nome de Nenana era irrealizable para un solo equipo, los viales de antitoxina diftérica (las únicas 300 000 unidades de Alaska) serían transportadas por equipos de perros de trineo de Nenana a Nome a través de una escala media en Nulato. De este modo, cada trayecto sería de poco más de 1000 kilómetros.

Los peligros eran considerables. Seppala se encargaría de las secciones más traicioneras de la etapa de intercepción desde Nome y se vería obligado a sortear el litoral de Norton Sound, un estrecho que llevaba el escalofriante sobrenombre de «la fábrica de hielo». La parte más peligrosa del viaje sería atajar por el estrecho congelado, un atajo que le ahorraría un día, pero que estaba plagado de vientos intensos y témpanos de hielo inestables y afilados. Era una etapa que muchos (Seppala incluido) sabían que solo él podría gestionar con los instintos de Togo para leer el peligro y el terreno. Pero incluso esta sería una tarea difícil: en aquel momento, Togo ya tenía 12 años.

Seppala partió el 27 de enero. Mientras el brote y las condiciones meteorológicas empeoraban, Seppala avanzaría sin saber que los planes ya improbables se se habían cambiado en camino. Así, corrían un riesgo considerable de saltarse un encuentro en las cabañas rústicas o «paradores», el único respiro a lo largo de la ruta. Cuando el brote de Nome empeoró, se añadieron más mushers y equipos para aliviar la presión y acelerar el tránsito de la medicación, unas ampollas envueltas en pelo y selladas en un recipiente de metal.


El relevo desde Nenana avanzó más rápido de lo esperado. Por pura suerte, Seppala interceptó el suero de un musher llamado Henry Ivanoff a las afueras de Shahtoolik y regresó hacia Nome con peores condiciones.

En la región, las temperaturas eran de -35 grados con sensaciones térmicas de -65. Seppala dependía de los instintos de Togo cuando no podía ver el camino debido a la espuma, el viento de cara y la nieve profunda. Debido a su agotamiento y el de sus perros, Seppala se vio obligado a parar en Golovin cuando faltaban 125 kilómetros para llegar a Nome. Desde la salida, el equipo había recorrido un total de 420 kilómetros y atravesado Norton Sound en dos ocasiones sobre un hielo traicionero. Después, un musher llamado Charlie Olsen transportó la antitoxina a unos 50 kilómetros de Nome, donde Gunner Kaasen esperaba con un equipo de 13 perros liderados por Balto.

La fama resultante de Balto, junto a la del musher Kaasen, fue una consecuencia desafortunada pero involuntaria.

El trayecto de 1085 kilómetros de la antitoxina llevó cinco días y medio, un récord mundial presenciado por un público en ascuas. Se vio acentuado por la reciente adopción de la radio por parte de la clase media estadounidense, que convirtió la historia de la carrera del suero en un fenómeno retransmitido a distancia. En Nome fallecieron entre cinco y siete personas, aunque las cifras de muertos entre los alaskeños nativos de las afueras del pueblo no se registraron y es probable que fueran muy superiores. Con todo, quedó claro que se había evitado de milagro una mayor pérdida de vidas. La historia se convirtió en toda una sensación, y también sus héroes.

Balto fue el perro que lideró la etapa final a Nome y permitió a Kaasen entregar al antitoxina el 2 de febrero. Una simple mirada al kilometraje habría contextualizado ese crédito erróneo: Balto y Fox, con Kaasen, cubrieron 80, 85 o 88 kilómetros (las fuentes varían), mientras que Seppala, con Togo, transportó el suero a lo largo de 146 kilómetros por un terreno mucho más técnico y peligroso. En total, Togo recorrió 420 kilómetros de puerta a puerta; Balto, poco más de 160.

Pero el público quería un héroe y eligieron a Kaasen y Balto, las caras de la salvación de Nome. Sus fotos aparecieron en las portadas de los periódicos y sus nombres pasarían a la historia, eclipsando no solo a Togo y Seppala, sino a las otras 18 personas y a unos 150 perros que participaron en el relevo. «En términos generales, la fama de Balto oculta a los otros mushers, entre ellos muchos nativos alaskeños cuyas aportaciones se olvidaron mucho más». 

Este último había sufrido un cruel giro del destino. Tras la carrera del suero, además de la estatua de Central Park, a Balto se le concedió la llave (en forma de hueso) de la ciudad de Los Ángeles, actuó en una película y recorrió los Estados Unidos contiguos ante un público de admiradores. Pero cuando Kaasen se hartó y quiso regresar a Alaska, Balto y sus compañeros perrunos fueron vendidos (no se sabe por quién) a un espectáculo secundario de vodevil. Allí sufrió maltrato hasta que una recaudación de fondos consiguió que lo admitieran en el Zoo de Cleveland, donde vivió hasta el fin de sus días.

La historia de un heroísmo usurpado en cierto modo.

La carrera del suero también inspiró la carrera de perros de trineo más famosa del mundo: Iditarod, que recorre una ruta similar entre Nome y Nenana antes de seguir al sur hasta Anchorage. El linaje de Togo continúa en los Seppala siberianos y el can de 107 años «vive» en la sede de Iditarod en Wasilla, expuesto en una vitrina (Seppala montó su pelo tras su muerte). El perro y la carrera se remontan a una época de la historia de Alaska en la que el perro de trineo era vital para la supervivencia de los humanos en un terreno salvaje.

El problema de la estatua de Balto en Central Park también sigue haciendo eco. A finales de 2019, se creó una petición en Change.org para remplazar la estatua de Balto por la de Togo. En el Seward Park de Nueva York hay una pequeña estatua de Togo inaugurada en 2001 y que hace poco se trasladó a un lugar más prominente durante la renovación del parque (Seward es el apellido del Secretario de Estado que compró Alaska a Rusia en 1868).

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